Cuando me siento delante del blog una maquinaria en mi cabeza se pone en marcha. No sé si tiene sentido lo que escribo y comparto solo sé que las paredes de la habitación se vuelven parentesis y me deslizo sin medir brazada sobre el teclado. Me pasa igual con la cámara. La cotidianidad despeinada, sencilla y alborotada, es mi preferida. Pero es cierto -quizá por la edad- que se me ha agudizado la manía de hacer listas, sobre todo las mentales, las que grapas a golpe de memoria sobre el subconsciente y luego escribes en algún papel, en la libreta de la cocina o en un correo que te envías a ti misma. Tengo la sensación de que las mil partes de mí que se lanzaron a la fuga hace un año van volviendo poco a poco. Vuelven también aquellas rutinas olvidadas, esas que quedaron al final de la lista y que la memoria olvidó memorizar.
Cosas que vuelven y me encanta(n):
- El otoño y su magia.
- Los desayunos antes del amanecer escuchando la radio.
- Los cafés después de comer escuchando el silencio.
- Las conversaciones con E, recuperar su voz y su compañía ha sido como un abrigo.
- Las ganas locas de hornear.
- Tus libretas nuevas.
- La sensación de que los duendes que ponen en marcha el mundo han vuelto al trabajo.
- Notar que llevo dos días seguidos sin que me pique un puñetero mosquito.
- Percibir como la luz del atardecer empieza a maquillarse de oro…
Cosas que se van y que me apena(n):
- No mirar el reloj antes de ir a dormir.
- No volverlo a mirar antes de levantarme.
- Los desayunos largos y los «cuéntame qué has soñado«
- Las cigarras y su canto.
- Las golondrinas y su vuelo.
- La luz estival y su energía.
- El sol en la piel, la sal en el pelo.
- Cenar hasta las mil en la terraza.
- Las Perseidas…