La infiltración de corticoides empieza a dar resultado. Me ha calmado el dolor de rodilla y me ha puesto la cara y las mejillas del color de las piruletas. Esta vez estuve muy reticente al tratamiento, pero ahora que el dolor aminora admito que es reconfortante la tregua. Hoy recordaba que al poco de estrenar mi anterior blog de margaritas también tuve que infiltrarme en la rodilla. Qué cosas. Es curioso comprobar como todo ciclo se repite de igual/diferente manera. Incluso en las cosas chiquitas. Quienes de verdad cambiamos con los ciclos (o deberíamos) somos nosotros. La percepción de lo asumido es un punto a favor que nos permite avanzar sin encasquillarnos (algo que detesto) y, al menos en mi caso, me acuna la vida y me suaviza los malos trazos.

Después de una semana dura y casi oscura llegó el sábado y con él la calma que proporciona frenar el ritmo. Necesitaba un día así, balsámico y frío de principio a fin. Un día de calma reparadora, de familia, juegos, lentitud, armonía, montaña, comida rica y mucha, mucha luz.

Como colofón del día le robé al sábado su último suspiro de atardecer. En cuanto tenga editadas  las fotografías las subiré al blog.

¿Y tu fin de semana?

¿Qué tal ha ido?