Fin de fiestas y “cleck”, la Navidad se queda encerrada en un frasco de cristal, macerándose en su propia esencia hasta el año que viene. Siempre que acaba tengo la sensación de que el mundo se queda un poco más silencioso, como si hubieran acabado de pasar los últimos rezagados de una maratón dejando tras de sí el aire de una humareda espesa y un ruido extraño. El zumbido del silencio. Yo hoy me siento así, espesa y silente, mientras me pongo de puntillas y coloco el frasco muy suavemente (que la Navidad es de sueño frágil) allá en lo alto, en la ultima estantería del año.

Por fin llegó la paz.
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Amén! 🙌🏼😁
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Y cuando el frasco se cobija en su estante, el silencio se extiende por aceras y calzadas, dejando una extraña sensación, como cuando penetramos en la niebla de la nada. Feliz Año Ló.
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No podría describirlo mejor, gracias, Carlos, un besito y me alegra mucho verte por aquí. 😘
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Esta entrada fue la que te comenté que me dejó loca, nadie puede contar las cosas con tu magia. Sabes que adoro la Navidad, pero es la Navidad de mi niñez, solo que ahora hay adornos más bonitos, y yo cada año no puedo resistir el comprar alguno nuevo, pero sigo a mi estilo, mis adornos, mi Belén, mis paseos entre luces, todo igual, nada de compras compulsivas, un detallito comprado con todo amor, y a disfrutar de esos recuerdos inolvidables que vuelven cada año, llenos de aromas a dulces caseros, a flores, a ramas de pino, a tantas pequeñas cosas que me hicieron feliz entonces, y ahora también. Y cuando empiezo a recoger todo, la verdad es que siento pena, lo guardo todo con cariño, este año en la última estantería del año. Te quiero.
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