❥ El motor interno

A pesar de pesares no puedo estar quieta. Es decir, puedo ralentizar mi cuerpo (de hecho es lo que mejor sé hacer), puedo frenar los pies, incluso las manos, pero aún así el motor interno del cerebro pedalea incansable. R dice que soy una creadora nata. No sé de qué, le contesto. Pero sí es cierto que en mi interior siempre voy tejiendo. Tejo pensamientos, ideas, planes, mensajes, plumas, sabores. Oh, sí, los sabores se tejen, y los olores también. El runrun del gran vapor nunca cesa, dormida se me cuela entre sueños. Ayer soñé que me perdía dentro de un gran hotel, un hotel con una característica bastante inquietante: estaba completamente vacío. Me colaba en sus habitaciones (en una de ellas incluso me encontré a mi gata Mussa), recorría la cocina, los trasteros, el inmenso jardín, y al final daba una triple voltereta onírica y me sentaba en las escaleras de la antigua casa de mis padres. Tejer sueños para volver a la casilla de inicio está dentro del menú principal de mi vida. Aún así, sé que cuando lo hago me debo una contorsión interna para poder abrirme de orejas desde el ombligo. ¿Qué querré decirme?

yo

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