Desde la noche del concierto de Carlos Nuñez, en casa no dejamos de escuchar música celta. Me apasiona, NOS apasiona. No sé qué teclas pulsa dentro de mí pero el embrujo que me produce es impresionante. Podría estar horas, días. Podría transportarme con ojos cerrados y abiertos. Este año, con sus apenas cuatro días recorridos, tiene esa esencia celtíbera que voy a alimentar aún más si cabe. Sí. Eso y también mejorar mi actitud en general. Un día me di cuenta de que yo, que me las daba de tener siempre una actitud ergonómica y a medida, patinaba por varios frentes. La actitud, esa gran clave para lidiar con las situaciones de la vida, se me escurría. Así que he decidido (casi secretamente) ampliarla, fortalecerla, vitaminarla y afianzarla sobre el eje de mi propia autoestima. Mejorar la actitud, sentirme libre de mi propia presión, exigirme menos, erosionarme lo justo y fluir más.

Ah, y contonearme la locura, descalzarla, cantarme en bajito, (girar, girar) bailarme la vida…