A veces se me caen silencios del bolsillo. No me doy cuenta y los arrastro pegados a las suelas hasta que fraternizan con algún chicle de fresa y se quedan en el asfalto a jugar sin mí. Es entonces cuando percibo que no los llevo encima y camino a saltitos, ingrávida, hasta que las palabras cruzan la calle en mi dirección. A veces los silencios perdidos vuelven a casa sin ser Navidad, trepan por el balcón, se cuelan por la chimenea y se me escurren por la ducha. A veces salgo a la calle con el pelo enjabonado de silencios sin aclarar…
«¿Cómo se mide un silencio?»
-le pregunté-
«Con un emociómetro»
-me contestó-.
(Joder ¿como no se me ocurrió antes?)
🌿 🌸 🌿
No tengo palabras para calificar tus palabras. Tengo la aguja del emociómetro temblando en la zona roja. 😉
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Jajaja eso es bueno! (espero) 😀
Besotes, Santi
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CON EL AGUANTE DE CADA UN@ A ESE TIEMPO DE SILENCIADO
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El límite es puramente personal y emocional, sí. 🙂
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Que maco i que ben escrit. Quasi sempre aconsegueixes emocionar me!
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Gràcies, bonica! molts i molts petonets
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Felicidades, Ló, ha sido precioso leerlo
Besos
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Qué pasada de escrito…me encantan esos silencios sin aclarar Ló…menuda palabra me has descubierto…emociómetro. Me la llevo conmigo a mis rutas.
Mi abrazotedecisivo.
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