Hay caminos que me reordenan, senderos que me incitan al baile, que me invitan, que resultan irresistibles. Caminos dónde consigo no pensar en nada. Que me vuelven liviana. Que difuminan el cansancio (y el dolor) hasta convertirlo en aleteo. Un aleteo en forma de inercia bajo los pies. Un volar tan vaporoso que me oxigena el alma.
Después de unos días sin poder pisarlo he vuelto a caminar por allí para maravillarme de como el otoño ha cambiado radicalmente la luz ambiental y esa tonalidad hace que todo parezca nuevo. Y de hecho lo es.
Todo.
Incluida yo.
Es que la naturaleza oxigena alma y reordena las ideas. Me encanta hacer eso que tú haces, de hecho, por eso tambien mi blog se llama como se llama.. No siempre los caminos -por conocidos- resultan iguales. Todo está expuesto a un incesante cambio.
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Como me gustaría pasear contigo por ese camino. 🙂
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