El día se ha levantado tan gris que parece moldeado con plastilina de lluvia. Es lo primero que pienso mientras doy un sorbo lento de café y el alma se me ancla al paladar. No soy persona hasta ese preciso momento del desayuno, sé que es un clásico, pero es así. El día está gris ceniza pero las flores de la terraza siguen de un amarillo solar impresionante. Anoche se nos olvidó mirar las “Acuáridas”, me dice bajito, es verdad…¡que rabia!, quizá hoy aún estemos a tiempo, le contesto. Luego me dice hay hormigas en el sofá, “muy pequeñas, mama”. Le digo que es la primavera, que le gusta colarse por minúsculos agujeritos en forma de hormigas. Habrá que mirar por dónde, habrá que saber como, me da tanta pereza… Apuro el café. Cada día volvería a desayunar mil veces, porque cuando todo empieza, cuando el día se extiende en una amplia pista de despegue, es cuando más llena de luz me siento.
¡Feliz fin de semana!
La promesa del día es un momento estupendo. Y también la despedida, al menos para mí. 🙂
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Ya lo creo, Montse, y la despedida en fin de semana aún es más fantástica. 😉
Besitos, guapa
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