❥ De bosques y ternura

A veces me miro, muy adentro, hacia ese bosque que habita en los ojos, y con la boca grande me digo aquello de «jó, con tanto como tienes y cuanto te quitas». Y entonces se me instala una pequeña sonrisa en la comisura derecha de la boca. Cuanto de mí misma soy capaz de olvidar a lo largo del año, es verdad. Cuantas escamas de alma se me caen sin saber, o sabiendo, porque las piso como si fueran hojas secas y ni me inmuto. Debo llevar buena parte de mí pegada en las suelas de mis zapatos. Partes inútiles que hacen «creck» al caminar, pero también pequeños retales que necesito porque me hacen hueco entre las ramas.

Y su ausencia me pica, y me duelo a porciones. Pero sólo lo descubro cuando vuelvo a mirarme en ese bosque de los ojos, un bosque interno que no debería perder de vista jamás (jamás!). Este año sólo voy a hacerme un propósito: habitarme más y olvidarme menos. Me haré un favor a mí misma y también a los demás. Si tu bosque está en calma la oleada que generas afecta a tu entorno, y yo quiero ver crecer a mi gente segura de sí misma, plena y con muchísima fuerza. Ni objetivos, ni dietas, ni cosas materiales, ni leches en vinagre. Pido habitarme, viajarme, serme, ganarme. Y desde esa matriz desear que la ternura me acompañe siempre.

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